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Formando Hombres de Corazón

Una nota pastoral sobre el año de oración para las vocaciones sacerdotales

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Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Cada uno de ustedes están ustedes llamados a algo grande.

Nuestra primera y fundamental vocación de todo cristiano es vivir una vida digna de ser hijos de Dios. Recibimos este don en el bautismo, que lleva consigo la alegría de saber que estamos creados a imagen y semejanza de Dios. No necesitamos mirar a lo externo para definir quiénes somos; esta es nuestra atesorada identidad que nadie puede quitarnos. Hablando de su rebaño, Jesús el Buen Pastor nos recuerda que, “Mi Padre, que me lo ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre”. ( Jn. 10, 29)

Cada uno de nosotros, también estamos llamados a nuestra propia vocación específica en la vida. Dios da a sus hijos un sentido y propósito al llamarnos a dar nuestras vidas en el matrimonio, la vida religiosa o consagrada o a perseverar en la generosa vida de solteros. Otro llamado de nuestro Señor es a los hombres para compartir su sacerdocio, para que sirvan como padres espirituales y pastores para los fieles. A lo largo de los Evangelios, Jesús pregunta a aquellos que lo buscan la interrogante: “¿Qué quieres que haga por ti?” (Lc. 18, 41)

Este año nos estamos enfocando en pedir más sacerdotes. Si bien es bueno orar por todas las vocaciones, la necesidad más inmediata es un aumento de las vocaciones sacerdotales aquí en la Arquidiócesis de Detroit. El sacerdocio es esencial para la vida sacramental de la Iglesia; sin el sacerdote estaríamos sin Eucaristía, ni Misa, y no tendríamos nadie que escuchara Confesiones para la reconciliación de nosotros como pecadores con nuestro Padre.

En este Año de Oración por las Vocaciones Sacerdotales, nuestro Señor Jesucristo nos está llamando a orar, invitar y alentar a los varones al sacerdocio ministerial para servir en la Arquidiócesis de Detroit. Cristo nos pide que acompañemos a estos varones en la formación de la próxima generación de sacerdotes. Dios no ha dejado de llamar a los varones a servir como sus pastores; él continúa emitiendo su llamado, pero demasiados jóvenes están batallando para escuchar y responder a este llamado. Es nuestro deber ayudarlos a escuchar la voz de Dios y responder a su invitación con alegría. Que su libre elección, la misma ofrecida a María en la Anunciación, sea una que haga eco de su fiat: “Hágase en mí según tu palabra”. (Lc. 1, 38)

En seguida, brindaré detalles sobre nuestra situación y respuesta, pero primero y ante todo les pido su participación vital en la oración. La oración no es una consideración posterior, sino nuestra principal consideración. Si oramos con fe como dice Jesús, “seremos capaces de mover montañas”. (Mt. 17, 20) En respuesta a este desafío, oramos para que Dios mueva los corazones de los varones para que se levanten a la ocasión de su vocación al sacerdocio.

Esta nota pastoral explicará por qué nos estamos embarcando en un Año de Oración para las Vocaciones Sacerdotales: reflexionando sobre el sacerdocio ministerial y su importancia para la vida de la Iglesia, mirando nuestra situación actual en la Arquidiócesis en referencia a las vocaciones sacerdotales, y ofreciendo a todos los fieles, una palabra de aliento al emprender esta tarea tan crucial.

Si bien hablaré abiertamente sobre el desafío que tenemos ante nosotros, el tono subyacente es un llamado a la esperanza. Dios no ha abandonado a su Iglesia y ciertamente no nos dejará en nuestro tiempo de necesidad. Cada año celebramos la Resurrección de Cristo en Pascua; esta es la base de esta esperanza que nos apropiamos por nuestra participación en su muerte y resurrección. San Pablo nos recuerda que después de nuestras pruebas, “la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado.”. (Rom. 5, 5) Con estas palabras en mente, damos gracias a Dios por adelantado por el abundante fruto que nacerá de nuestros esfuerzos de un año enfocado a orar para más vocaciones sacerdotales.

¿Por qué un año de oración para las vocaciones sacerdotales?

Jesucristo edificó su Iglesia sobre la base formada por sacerdotes santos. “ Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella”. (Mt. 16, 18). Para que las generaciones sucesivas no fueran más pobres que las que vieron al Señor y le escucharon en Galilea y Jerusalén, él llamó a los discípulos para sí mismo y les enseñó a actuar, enseñar y amar en su nombre. A estos primeros discípulos, sus Apóstoles, se les confió la misión de “hacer discípulos de todas las naciones”. Pero esta era una tarea demasiado grande para que la realizaran por sí mismos, por lo que “sopló sobre ellos el Espíritu Santo” para que lo que enseñaran no fuera por su propia autoridad, sino en el nombre de Jesús.

Esos apóstoles, a su vez, confiaron el don del Espíritu Santo para actuar con el poder de Cristo hacia los sucesivos varones que sirvieron como obispos y sacerdotes. Y así, este otorgamiento del Espíritu Santo continúa hasta nuestros días para la ordenación de sacerdotes, que están verdaderamente llamados a actuar “in persona Christi”, es decir, “en la persona de Cristo”. Es por este poder que cuando un sacerdote dice “tus pecados te son perdonados” nos reconciliamos con Dios; cuando dice en la Misa “este es mi cuerpo… esta es mi sangre” lo que se ve y sabe a pan y vino es verdaderamente el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesucristo. Debido a que Dios ha confiado este asombroso poder en las “vasijas de barro” de los sacerdotes, ustedes y yo no tenemos acceso a Jesucristo no menor al que María Magdalena, San Pedro o Lázaro tuvieron. ¡Qué don tan asombroso es el sacerdocio, no sólo para el varón que es ordenado sacerdote, sino para toda la Iglesia y verdaderamente para todo el mundo! Y debido a que este don es tan escaso, debemos pedir que más varones digan “sí” a su vocación.

En los últimos años, hemos oído hablar tan a menudo de una escasez de vocaciones sacerdotales que es fácil perder el sentido de urgencia. Muchos feligreses no han sentido el efecto de la escasez, gracias al esfuerzo heroico de pastores que se entregan generosamente por amor. Muchos sacerdotes renuncian a sus vacaciones, no se toman ni un día libre y estiran sus esfuerzos y sus horarios al máximo para celebrar muchas Misas cada fin de semana, al igual que también escuchar confesiones y ser arrastrados en muchas otras direcciones. En un gran número de casos, los pastores retrasan su jubilación porque entienden la necesidad y realmente aman ser sacerdotes y aman ministrar al rebaño confiado a su cuidado. Si bien estoy agradecido por el tremendo esfuerzo y sacrificio que mis hermanos sacerdotes están dispuestos a hacer, este tipo de ministerio es insostenible e insalubre a largo plazo. Un sacerdote que se excede a sí mismo puede experimentar rápidamente agotamiento, enfermedad y una relación tensa con Dios y con su pueblo. Para que un sacerdote rinda un servicio eficaz a ustedes y a nuestra misión de Hacer Llegar el Evangelio en el sureste de Michigan es importante un equilibrio en su vida y ministerio.

En términos simples, cada año hay más sacerdotes que se jubilan que sacerdotes que se ordenan, y esta situación se ve agravada por eventos imprevistos como la enfermedad y la muerte. Este año, no hubo ordenaciones sacerdotes en la Arquidiócesis de Detroit, la primera en generaciones. Si mantenemos este rumbo, proyectamos que en diez años habrá aproximadamente la mitad del número de sacerdotes que sirven actualmente en la Arquidiócesis. Esto es, la mitad del número actual de sacerdotes para decir Misa, escuchar Confesiones, Ungir a los Enfermos y hacer las muchas otras cosas que son necesarias para la vida de nuestra Iglesia. Estamos en un punto crítico aquí en la Arquidiócesis de Detroit y no hay una solución rápida. El tiempo de formación para el sacerdocio es de siete a ocho años en el seminario; si no actuamos de inmediato, tendremos significativamente menos sacerdotes que parroquias, y la salud de nuestras comunidades parroquiales y nuestras vidas espirituales se verán sustancialmente afectadas. Debemos mantener nuestro sentido de urgencia mientras oramos fervientemente este año y los siguientes para un aumento de las vocaciones sacerdotales en la Arquidiócesis de Detroit.

Sin embargo, esta carta no es una invitación para llenarse de ansiedad, sino que es un llamado a aceptar nuestro desafío con fe y actuar decisivamente para remediar el problema con nuestras oraciones y obras. Nuestro cambio al sistema de Familias de Parroquias es una de las principales formas en que estamos asegurando el futuro de la Iglesia y su misión. Sabemos que, en Cristo, ya hemos ganado; aun así, al confiar en la bondad del Señor, debemos continuar haciendo nuestra parte llamando a una nueva generación de sacerdotes.

A mis hermanos sacerdotes:

Mis hermanos, no subestimen el profundo impacto que tienen en los jóvenes con vocación al sacerdocio. Su ejemplo de devoción, su vida santa, sus oraciones fervientes y su invitación genuina inspirarán a muchos a servir “en la persona de Cristo”. El reporte de 2022 del Centro de Investigación Aplicada en el Apostolado (CARA) de la Universidad de Georgetown en Washington, D. C. afirma que 71 por ciento de los de la generación de ordenación diocesana de este año fueron invitados por su párroco a considerar el sacerdocio. Necesitamos invertir tiempo para invitar a los varones a la hermandad que compartimos en Cristo. Con una generación tan desesperadamente queriendo pertenecer, qué mejor respuesta que traerlos a nuestras filas a las que Dios los ha llamado. Les insto a que no vean esto como algo más en su apretada agenda, sino más bien como algo de importancia crucial que les traerá vida a ustedes, al varón que discierne y a la Iglesia en general. ¿Quién va a responder si no los invitamos a escuchar el llamado de Dios?

A las parroquias, escuelas y programas de educación religiosa:

Oren fervientemente para que los varones tengan el coraje de decir “sí” a su llamado. Les agradezco por su participación plena y activa al rezar nuestra oración por las vocaciones sacerdotales en todas las Misas Dominicales, participar en Horas Santas, ayunar y rezar juntos el Rosario. Sin embargo, podemos hacer más que orar. Por favor, recuerden que la comunidad de la que uno proviene es la que lleva y apoya la vocación al sacerdocio. Cuando Dios hace su llamado, Dios usa sus voces para invitar a estos hombres que adoran y oran junto a ustedes. Ahora es el momento de ser audaces y animar a los varones que vean en la Iglesia. Muchas veces, a un varón que entra al seminario le han preguntado muchas personas de su comunidad si alguna vez había considerado el sacerdocio. Estas son confirmaciones pequeñas, pero importantes, que lo alientan a dar el siguiente paso.

Nuestras escuelas católicas y programas de educación religiosa ayudan a formar a nuestros niños para que amen a Dios y consideren qué tipo de vida Dios los está llamando a vivir para gloria de Él. No duden en hablar de las vocaciones en clase y elaboren maneras únicas de ayudar a los niños a descubrir sus vocaciones, en las diversas actividades y tareas que se les den. Incluso pueden tener un tema durante el próximo año académico que destaque específicamente las vocaciones, especialmente el sacerdocio.

A los padres y las familias:

¡No tengan miedo! Los padres quieren lo mejor para sus hijos: una vida plena que traiga alegría y significado en este mundo, y felicidad en el siguiente. Sin embargo, algunos varones que ingresan al seminario lamentablemente deben hacerlo sin el apoyo de aquellos que los aman. ¿Acaso no conoce mejor a nuestros hijos Dios, que nos conocía antes de que estuviéramos tejidos en el vientre de nuestras madres? Convertirse en sacerdote no significa que perderán un hijo; seguirá siendo una parte integral de su familia, ya que formará parte de la familia más amplia que es la Iglesia, como “Padre”. Hablen con sus hijos desde una edad temprana acerca de estar abiertos a las posibilidades de todas las vocaciones, pero especialmente a la vocación al sacerdocio. Cuando hablen sobre lo que quieren ser cuando crezcan, pregúntenles qué les está pidiendo Dios. Encuentren nuevas formas de orar como familia: consideren usar el libro 52 domingos y otros recursos compartidos por la Arquidiócesis y su parroquia. Por último, el participar como familia haciendo voluntariado en su parroquia puede ser una forma instrumental de vincularse y aprender la alegría de servir.

A los hombres que disciernen:

¡La Iglesia les necesita más que nunca! ¿Estarán a la altura del desafío? Los hombres llamados al sacerdocio no son llamados a una vida de facilidad. Así como nuestro Señor, están llamados a una vida de sacrificio. Esta es la gran paradoja del discipulado: que cuando perdemos nuestra vida por él y por el Evangelio, ¡la ganamos! (Mc 35) No se preocupen de ser perfectos, porque Jesús no está llamando a los perfectos, anímense y miren el ejemplo de los primeros Apóstoles. Más bien, Jesús llama a aquellos que son fieles y ponen su confianza en Él, en su fuerza de Él, no en la suya propia. Este abandono nace primero del amor. Una vocación es mucho más que una ocupación; es una relación. Los hombres deben darse cuenta de que son amados por Dios y deben responder a ese amor con un acto de ofrenda y sacrificio. Como en una relación de amor que solo puede crecer pasando tiempo con el amado. Pasen tiempo con Jesús de manera formal e informal. La Misa es una gran manera de encontrarlo cuando se entra en el misterio del ofrecimiento de Cristo en la cruz. Es en la Misa que descubrimos las profundidades de su amor por nosotros. La adoración es una manera perfecta de pasar tiempo de calidad ante Jesús en la Eucaristía, de silenciarnos de las muchas distracciones de nuestro mundo moderno y escuchar a aquél que tiene mucho que desea decirnos. Esta oración con Jesús en la Eucaristía es una de las mejores maneras de descubrir su vocación. También pueden buscar servir en la Misa para ver más de cerca lo que hace un sacerdote durante la celebración Eucarística. Hagan el esfuerzo de servir a Jesús en los pobres. Un hombre llamado por Dios a ser sacerdote cultivará un corazón que vea a Jesús en todos los pobres. El hombre debe crecer en la virtud de ayudar a los menos afortunados que él. Por último, recen el Rosario, ya que nuestra Santísima Madre es el camino más seguro y certero hacia su Hijo y hacia la vocación de cada uno de ustedes. De una manera muy real, ella es la madre de todos nosotros, pero especialmente de sus sacerdotes que actúan en la persona de Cristo, su Hijo.

Al comenzar nuestro Año de Oración para las Vocaciones Sacerdotales, pueden surgir preguntas sobre qué cambios podemos hacer en nuestras parroquias para facilitar una mayor respuesta. Para concluir este mensaje, ofrezco algunas formas en que podemos entrar colectivamente en esta tarea tan urgente:

  1. Recen la oración para las vocaciones sacerdotales juntos como comunidad al final de las Oraciones de los Fieles durante cada Misa Dominical. Uniremos nuestras voces para suplicar con Nuestro Padre Celestial que dé a los corazones de los varones la gracia de decir “sí” a su llamado al sacerdocio. Serán nuestras oraciones las que inspirarán, fortalecerán y acompañarán a estos hombres en su caminar con Jesús.
  2. Organizar o asistir a una Hora Santa mensual para que cada parroquia pueda orar colectivamente ante el Señor en la Santísima Eucaristía. Es providencial que este año de oración corresponde al Avivamiento Eucarístico presentado por la USCCB y adoptado por las diócesis de todo el país, incluida nuestra Arquidiócesis de Detroit. Instituidos en la misma noche, la Eucaristía y el Sacerdocio son dos sacramentos unidos de modo inextricable.
  3. De la manera en que cada uno pueda participar, insto a los fieles a ayunar o abstenerse de comer carne los primeros viernes de cada mes en honor al Sagrado Corazón de Jesús. Nuestro sacrificio, al unirlo con Cristo en la Cruz, sostendrá nuestro esfuerzo en esta noble tarea.
  4. Por último, recen los Misterios Luminosos del Rosario por las vocaciones sacerdotales. Muchas parroquias tienen la tradición de rezar el Rosario antes o después de la Misa. Pido que también se agregue la intención de este empeño nuestro al rezo de estos Rosarios. Así como María vio el vino secarse en las Bodas de Caná e intercedió con Jesús, así también llevará nuestras peticiones ante su Hijo, quien no negará nada a su madre.

La Oficina de Vocaciones Sacerdotales nos pone a disposición muchos más recursos para parroquias, escuelas, programas de educación religiosa, familias e individuos para este año y los años venideros. Se pueden encontrar en www.prayforvocations.com. “Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha»”. (Mt. 9, 36-37) Pasemos este año juntos en oración pidiéndole al Señor que nos envíe sacerdotes según su corazón. Confiando siempre en Dios, damos gracias por adelantado por la abundante cosecha que vendrá de este Año de Oración para las Vocaciones Sacerdotales.

En Cristo el Buen Pastor,
Arzobispo Allen Vigneron
Arzobispo de Detroit