Español
Como todos sabemos el lenguaje puede ser usado para herir o para sanar. También, puede ser usado para unir o para dividir. Cuando hablamos del lenguaje de la fe, hay mas cosas que nos unen que las que nos separan. Como hijos de Dios bajo la misma sombrilla, compartimos una fe que nos llama a ser uno, así, como Cristo es uno con el Padre y el Espíritu Santo. Y por eso, estamos llamados a proyectar esta belleza universal que conocemos como catolicismo, a ser ese Cuerpo de Cristo aquí en la Tierra. Todos, sin importar raza, etnia, lenguaje o color, descendemos del mismo linaje, quien es Dios creador de todas las cosas. Por consiguiente, estamos todos unidos en un Dios supremo que ha querido las cosas así desde el principio. Poseemos una riqueza dentro de nuestra iglesia que cuando es expresada en sus formas, gestos, lenguajes, o tradiciones, somos capaces de experimentar la creatividad que Dios tuvo con la humanidad para que de esta forma le adoraran y sirvieran.
La experiencia vivida en la beatificación del padre Solanus Casey puede ser un gran ejemplo de esto. Aún recuerdo esa hermosa liturgia llena de riqueza que estoy seguro fue edificante para muchos. Tuvimos la oportunidad de unirnos todos como un solo cuerpo para celebrar la vida de este santo local, y esto solo fue posible gracias a que Dios nos llamó a todos a compartir en la misma mesa, la vida de nuestro hermano Sálanos. Algo que siempre he pensado y que creo es lógico, es que si estamos unidos en este lenguaje de la fe, es más difícil para nuestro enemigo,el diablo, atentar contra nosotros. Pues donde hay unión está Dios y donde hay división este satanás.
Existe algo importante que todos necesitamos recordar, Dios nunca cambia, Él es constante, nuestro eje principal. Si estamos unidos a él podremos funcionar mejor en esta misión que él nos ha dado de ser Su cuerpo visible aquí en la Tierra. O como diría San Juan en su Evangelio “Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.”
English
Language can be used to hurt or to heal. It also can be used to unite or to divide. When we speak of the language of our faith, there are more things that unite us than those that separate us. As children of God under the same umbrella, we share a faith that calls us to be one, just as Christ is one with the Father and the Holy Spirit. We are called to project this universal beauty that we know as Catholicism, to be that body of Christ here on earth. We all, regardless of race, ethnicity, language or color, descend from the same lineage who is God the creator of all things, therefore, we are all united in one supreme God who has wanted things that way from the beginning. When we worship and serve in our Church’s many forms, gestures, languages and traditions, we get to experience the creativity that God first had in creating humanity, so that, in its many diverse ways they would worship and serve him.
The experience of the beatification of Father Solanus Casey was a great example of this. I still remember that beautiful liturgy full of richness that I am sure was edifying for many. We had the opportunity to come together as one body to celebrate the life of this local saint, and that was only possible thanks to the fact that God called us all to share the life of our brother Solanus at the same table. I think if we are united in this language of faith it is more difficult for our enemy—the devil—to attack us because where there is union is God and where there is division is Satan.
There is something important that we need to remember. God never changes, he is constant, our main axis. If we are united with him, we will be able to function better in this mission that he has given us, the mission of being his visible body here on earth or as St. John would say in his Gospel “so that they may all be one, as you, Father, are in me and I in you, that they also may be in us, that the world may believe that you sent me.” (John 17:21)